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Convulsiones en los perros
Las convulsiones en perros y gatos
Epilepsia y convulsiones en las mascotas
Las convulsiones en los animales de compañía son un motivo relativamente frecuente de consulta al veterinario. Estos procesos causan gran preocupación en las personas que conviven con estos animales, pues si observar una convulsión es ya de por sí un hecho desagradable y angustioso, más aún si quien la padece es un ser querido. Realmente debe darse gran importancia a estos procesos, pues si no se controlan, pueden llegar a comprometer seriamente la vida del animal, lo cual no quiere decir que no podamos hacer nada por él, sino más bien al contrario. En la actualidad tenemos a nuestro alcance métodos diagnósticos y tratamientos con los que podemos identificar y tratar satisfactoriamente la gran mayoría de los casos.
Se calcula que la incidencia de los procesos convulsivos en la población canina se aproxima al 3%, y dentro de este grupo, en un 80% de los casos el diagnóstico final es de epilepsia, mientras que en el resto de pacientes las convulsiones son la manifestación de otro tipo de enfermedades. En el gato, la epilepsia es muy poco frecuente y, generalmente, los gatos que padecen convulsiones suelen tener otro tipo de patología que las origina.
Las convulsiones son procesos que pueden producir alteraciones en otros órganos como el corazón, pulmón o riñón, así como en el propio cerebro, que puede sufrir lesiones a causa de la propia convulsión. Por tanto, la presencia de convulsiones nos obliga a realizar un diagnóstico de la causa que las origina para poder instaurar el tratamiento de la manera más pronta posible. Para ello, como en otras enfermedades, pero quizá incluso con mayor motivo en estos casos, es fundamental la buena comunicación y colaboración entre veterinario y propietario.
¿Que se debe hacer ante una crisis convulsiva?
Se debe:
- Mantener la calma.
- Retirar los objetos que rodean al animal para evitar que se golpee.
- Administrar la medicación que el veterinario ha recomendado.
- Colocar al animal en un lugar fresco y ventilado.
- Si tras varias dosis de la medicación la convulsión no cesa, acudir al veterinario.
No se debe: -
Intentar agarrar al animal. No conseguiremos parar la convulsión y puede mordernos o arañarnos, pues no es consciente de lo que hace.
- Administrar medicamentos no prescritos por el veterinario.
- Dar de beber ni comer tras la convulsión.
- Dar calor (estufas, mantas, etc.).
¿Qué es una convulsión?
Una convulsión es la manifestación clínica de un desequilibrio de la actividad eléctrica cerebral. La función de las neuronas, que son la célula principal del sistema nervioso, es transmitir y procesar información. Esto se lleva a cabo mediante la generación y transmisión de corrientes eléctricas y con la ayuda de unas sustancias químicas llamadas neurotransmisores. Normalmente, en el cerebro existe un equilibrio entre los fenómenos de excitación y de inhibición en las neuronas.
Aunque el mecanismo por el que se origina una convulsión no se conoce en su totalidad, se sabe que tienen lugar debido a un exceso de estímulo excitatorio, a un aumento de la excitabilidad de las membranas celulares de las neuronas y a un fallo en los mecanismos de inhibición. Además, los neurotransmisores intervienen en la generación y propagación de la excitación. La consecuencia es un predominio del estado de excitación de las neuronas sobre la inhibición, lo que tiene como resultado la producción de una descarga eléctrica de tipo paroxístico en el cerebro, es decir, se produce una gran actividad eléctrica cerebral descontrolada. Esta actividad va a inducir los signos clínicos que observamos en un animal que convulsiona.
Se considera que un animal es epiléptico si padece convulsiones que se repiten a lo largo de su vida sin que exista una causa identificable, es decir, sin que exista otra enfermedad que sea el origen de estas convulsiones.
¿Cómo se manifiesta una convulsión?
No todas las convulsiones se manifiestan de la misma manera. La forma típica, que el propietario identifica fácilmente, es aquella en la que podemos observar una serie de signos: el animal sufre una alteración en su nivel de consciencia, se pone rígido, cae al suelo de lado, tiene movimientos de pedaleo con las extremidades, y de masticación con la mandíbula, puede existir salivación, dilatación de las pupilas, y defecación y micción incontroladas (puede ocurrir que aparezcan todos estos signos o sólo algunos).
Es frecuente que tanto antes como después de estos signos se observen alteraciones de comportamiento. En la fase previa el animal puede querer atraer la atención del propietario y estar intranquilo o, por el contrario, quedarse quieto o buscar un lugar para esconderse; tras la convulsión el animal puede tener también una fase de hiperactividad o de hipoactividad. Es frecuente observar que estos animales quieran beber agua o comer de modo exagerado (lo cual debe evitarse, pues pueden tener alterado el reflejo de la deglución y sufrir problemas respiratorios) y que sufran alteraciones transitorias en la visión o en la marcha que pueden durar minutos, horas o días.
Hay veces en las que estos movimientos involuntarios afectan sólo a un lado de la cabeza, a una sola extremidad, o a la extremidad anterior y posterior de un mismo lado, y puede parecer que no hay alteración en el nivel de consciencia del animal. Este tipo de convulsión puede, en un segundo momento, generalizarse y dar paso a una convulsión que involucre todo el cuerpo, como la mencionada anteriormente.
Existe otro tipo de episodios en los que quizá sea menos evidente para el propietario el identificarlos como procesos convulsivos. En estos casos los signos que se observan son movimientos y comportamientos estereotipados, como por ejemplo la marcha en círculo, correr en círculo persiguiendo la propia cola, perseguir sombras o moscas imaginarias, o tener accesos de agresividad. Estas alteraciones de comportamiento se observan particularmente en el gato. En estos casos es importante el diferenciar si estas alteraciones se deben a un problema neurológico, es decir, si la alteración que observamos tiene su origen en el cerebro, o por el contrario se tratan de un problema de comportamiento, ya que el manejo del paciente es diferente.
¿Cuál es la causa de las convulsiones?
Una convulsión puede estar originada por múltiples causas. Según las características del animal (raza, sexo, edad, entorno en el que vive, historia clínica, etc.), unas causas serán más probables que otras, con lo que el protocolo diagnóstico se adaptará a ello.
Entre las enfermedades que más frecuentemente pueden asociarse a la aparición de convulsiones pueden reseñarse las siguientes:
- Accidentes cerebrovasculares, en los que se producen zonas de falta de riego sanguíneo en una o varias regiones del cerebro.
- Encefalitis y/o meningitis, que pueden ser de origen infeccioso, como por ejemplo las producidas por el virus del moquillo canino, de la peritonitis infecciosa felina o la toxoplasmosis.
- Traumatismos cerebrales.
- Malformaciones congénitas cerebrales, como por ejemplo la hidrocefalia, patología que se observa más frecuentemente en perros de raza Yorshire terrier, Chihuahua, Maltés, Pomerania, Caniche toy o Boston terrier.
- Enfermedades metabólicas, como las encefalopatías hepáticas (causadas por enfermedad hepática) o urémicas (causadas por enfermedad renal), hipoglicemia (bajo nivel de glucosa en sangre), hiperlipoproteinemia (alto nivel de lipoproteínas en sangre), hipoxia, o enfermedades del tiroides entre otras.
- Intoxicaciones. Son numerosas las sustancias que pueden producir convulsiones si son ingeridas. Debe tenerse especial precaución con los anticongelantes para vehículos (etilenglicol), antiparasitarios externos (organofosforados, etc.), plaguicidas (molusquicidas, entre otros) y, en general, con cualquier producto identificado como tóxico por el fabricante.
- Neoplasias. Un tumor cerebral puede producir como signo clínico convulsiones, y en ocasiones, ser el primer signo que observa el propietario del animal.
Epilepsia.
¿Qué es la epilepsia y cómo se manifiesta?
La epilepsia es un trastorno de la función cerebral que se caracteriza por la presencia de convulsiones recurrentes, es decir, convulsiones que se repiten a lo largo de la vida del animal, y que no están causadas por otra enfermedad (como las que están reseñadas en el apartado anterior). Estos pacientes no tienen, por lo demás, ningún otro síntoma, y llevan una vida completamente normal entre los episodios convulsivos.
Las convulsiones de tipo epiléptico tienen una serie de características típicas:
Existe una predisposición en ciertas razas de perros como el Pastor alemán, Golden retriever, Labrador, San Bernardo, Cocker, Alaska malamute, Husky siberiano, Setter irlandés, Caniche mediano o Collie. Esto no quiere decir que un perro de cualquiera de estas razas vaya obligatoriamente a padecer esta enfermedad que, por otra parte, puede observarse en cualquier perro, incluso en los que no son de raza. En el gato, sin embargo, la epilepsia es infrecuente.
La primera convulsión suele presentarse entre los 6 meses y los 5 años de edad, siendo más frecuente entre 1 y 3 años.
La duración media de una convulsión generalizada es entre 1 y 2 minutos.
Suele presentarse en reposo, muchas veces durante el sueño, aunque en ocasiones aparecen asociadas a un estímulo emocional (la visita de un familiar, la proximidad de una hembra en celo, etc.).-
Las convulsiones que no son de origen epiléptico pueden seguir un patrón distinto de lo comentado en los apartados anteriores, fundamentalmente en cuanto a la edad de presentación y al momento (por ejemplo, las convulsiones por falta de flujo sanguíneo cerebral suelen asociarse al ejercicio, mientras que las producidas por insuficiencia hepática pueden presentarse en el período posterior a las comidas). Además, si las convulsiones están originadas por otra enfermedad, generalmente observaremos en el paciente más alteraciones aparte de las propias convulsiones.
¿Qué hace el veterinario para determinar la causa de las convulsiones?
Las causas de las convulsiones en el perro y el gato son variadas. Mediante la información recogida en la historia clínica; el cuerpo girando hacia un lado y la marcha en círculo son signos que sugieren la presencia de una lesión focal en un hemisferio cerebral. Esta lesión puede originar convulsiones), en el examen físico y en el examen neurológico el veterinario puede establecer una lista de diagnósticos diferenciales por orden de preferencia, lo que permite realizar los análisis y pruebas específicas necesarios para establecer el diagnóstico definitivo. No hay que olvidar que una convulsión no es una enfermedad en sí, sino un signo clínico que nos indica que estamos ante una patología que tendremos que identificar. Si no se identifica patología alguna como causa de las convulsiones, entonces podremos catalogar al paciente como epiléptico, pero esto sólo podrá hacerse después de haber descartado otras enfermedades. Es decir, el diagnóstico de epilepsia se basa en la exclusión de patologías que pueden ser causa de convulsiones o asemejarse en la manifestación clínica (por ejemplo, un síncope cardíaco puede manifestarse clínicamente de modo semejante a una convulsión).
El protocolo de diagnóstico se basa en una serie de elementos:
Reseña de las características del paciente y realización de una exhaustiva historia clínica. Este punto es muy importante a la hora de establecer cuáles son las causas más probables del problema, por lo que es fundamental la colaboración del propietario, ya que es éste el que tiene que describir lo que le ocurre a su animal y si lo relaciona con algún suceso, cuando se manifestó la primera convulsión, las enfermedades y medicaciones anteriores o actuales, si existe posibilidad de ingestión de tóxicos, en que momento del día acontecen las convulsiones, etc.
Realización de un examen físico general, en el que se observa si existen alteraciones que puedan indicarnos que el paciente padece algún otro trastorno.
Realización de un examen neurológico, que permite establecer si existe lesión neurológica primaria (es decir, una enfermedad del sistema nervioso como por ejemplo una encefalitis, o un tumor cerebral, entre otros).
Pruebas complementarias. Por ellas se confirman o descartan fundamentalmente causas de tipo infeccioso o metabólico. Son muchas las pruebas que tenemos a nuestro alcance para llegar al diagnóstico. Éstas siempre se realizan en un cierto orden, que dependerá de cada caso, de modo que sólo se llevarán a cabo las que sean adecuadas para cada paciente en particular. Las pruebas que pueden realizarse incluyen:
Análisis sanguíneo y de orina. Estos análisis son un apoyo fundamental para el estudio de los pacientes con convulsiones. Son numerosos los parámetros que podemos estudiar y que nos aportan una información extensa del estado del paciente y de la función de distintos órganos y sistemas.
Pruebas específicas como electrocardiograma, radiografías, ecografías, etc. que se realizarán si el caso lo requiere.
Análisis del líquido cefalorraquídeo. Puesto que ésta es una sustancia que se encuentra en íntimo contacto con el sistema nervioso central, mediante su análisis podemos identificar muchas de las alteraciones que afectan a este sistema. Su análisis aporta información muy relevante para el estudio de las convulsiones, y muchas veces nos da el diagnóstico definitivo.
Electroencefalograma. Este test estudia la función eléctrica cerebral, y permite diferenciar entre distintas patologías que pueden afectar al cerebro y si se trata de procesos localizados en una región cerebral o generalizados.
Pruebas específicas de diagnóstico por imagen como la Resonancia Magnética y la Tomografía Axial Computerizada. Estas pruebas se realizan si sospechamos de alteraciones cerebrales estructurales, como son: tumores (fotografía 3; traumatismos o lesiones vasculares)
¿Cuál es el tratamiento de las convulsiones?
El tratamiento de las convulsiones no será el mismo en todos los casos; puesto que pueden estar originadas por diversos motivos, el tratamiento irá, por un lado, encaminado a corregir la causa que las origina, y por otro, a tratar la convulsión en sí. Una convulsión, sea cual sea la causa que la origine, debe tratarse para que sea lo menos intensa y duradera posible, pues puede tener consecuencias muy negativas en distintos sistemas y órganos, incluyendo a las propias estructuras cerebrales.
En los animales epilépticos es muy importante implantar el tratamiento en el momento adecuado. En general, aunque la decisión de comenzar a tratar debe evaluarse en cada caso en particular, una recomendación puede ser comenzar el tratamiento si se presenta más de una convulsión cada 2 meses, o si aunque la frecuencia sea menor, las convulsiones son muy severas en intensidad y/o duración.
Es importante saber que, cuanto mayor sea el número y frecuencia de las convulsiones que acontecen antes de implantar el tratamiento, peor es el pronóstico. Esto es debido a que las neuronas epileptogénicas (las que son el foco desde el cual se origina la convulsión) tienen la capacidad de reclutar otras neuronas, que pueden convertirse a su vez en nuevos focos, los cuales pueden actuar de modo autónomo. En medicina humana, se ha observado que en las personas que sufren convulsiones durante 2 años sin que se establezca un tratamiento, las posibilidades de conseguir después que permanezcan durante 1 año sin convulsiones se reduce en un 50%. Esta observación puede ser aplicable en medicina veterinaria, pues también se ha constatado que cuanto más se deje a un animal convulsionar, más dificultad encontraremos para controlarlo con la medicación. Sin embargo, si el tratamiento se establece en el momento adecuado, aproximadamente un 80% de los casos se controlan de modo satisfactorio en poco tiempo, aunque para ciertas razas caninas el pronóstico puede ser desfavorable porque algunos casos no pueden controlarse a pesar de instaurarse los tratamientos adecuados. Éste es el caso del Pastor alemán, San Bernardo y Setter irlandés.
Los medicamentos de primera elección para el tratamiento de la epilepsia en medicina veterinaria son el fenobarbital y el bromuro potásico, para el tratamiento de mantenimiento, y el diazepam, que se emplea para tratar las convulsiones en el momento en el que se están produciendo (esta sustancia será la que tenga que administrar el propietario en su domicilio cuando observe una convulsión en su mascota, siempre bajo control del veterinario). Existe en el mercado otras muchas sustancias para el tratamiento de la epilepsia de uso en medicina humana, pero en medicina veterinaria se utilizan mayoritariamente las anteriormente indicadas, pues son las que han demostrado ser más eficaces para controlar las convulsiones en el perro y el gato, son las que menos efectos secundarios tienen, y son fáciles de administrar y económicas. La instauración del tratamiento debe realizarse siempre bajo control veterinario, así como el seguimiento, que en estos casos es especialmente necesario.
Es importante saber que el tratamiento de la epilepsia es de por vida, y que no puede interrumpirse ni variarse sin indicación del veterinario. Aún así, esto no suele ser problema para que tanto el paciente como el propietario lleven una vida normal, simplemente es necesario que la medicación se administre todos los días de modo correcto, en sus dosis y a su hora (generalmente la medicación debe darse 2 veces al día, cada 12 horas).
En las perras epilépticas se recomienda realizar una esterilización mediante ovariohisterectomía, pues se ha constatado que puede darse un aumento de la facilidad para convulsionar durante el período del celo.
En algunos casos también se ha observado que el cambio a una dieta alimentaria específica puede ser un factor que ayude en el control de las convulsiones.
Si las convulsiones son generalizadas, y se encadenan varias seguidas sin que el paciente pueda recuperarse por completo entre ellas, o si el animal entra en un estado convulsivo permanente (que es lo que se conoce como status epilepticus), debe considerarse que se está ante una emergencia, y será preciso acudir rápidamente a una clínica veterinaria para que puedan ser instaurados los tratamientos pertinentes para controlar las convulsiones y establecerse una vigilancia adecuada del paciente.
Debe tenerse en cuenta que el tratamiento de la epilepsia consigue, en la gran mayoría de los casos, disminuir la frecuencia y la intensidad de las convulsiones, pero generalmente éstas no desaparecen por completo. Aun en el caso en el que las convulsiones no puedan eliminarse totalmente, los animales que padecen esta enfermedad pueden llevar una vida completamente normal, simplemente el propietario debe saber que es posible que su mascota tenga alguna vez convulsiones y debe ser informado por el veterinario para saber qué es lo que debe hacer en ese momento.
Fuente: ConsultaVet, http://www.foyel.com/
Moquillo canino neurológico
El virus causante del moquillo canino neurológico afecta a diversas especies animales y causa una importante serie de signos clínicos, cuya aparición dependerá, fundamentalmente, de la respuesta inmune del hospedador. En este artículo se realiza una exhaustiva revisión de la epidemiología, patogenia, diagnóstico, prevención y tratamiento de esta enfermedad infecciosa del sistema nervioso.
Xavier Raurell, Carme Centellas
Hospital Veterinari Molins
Imágenes cedidas por los autores
El virus del moquillo canino pertenece al género Morbillivirus y familia Paramyxoviridae. Es un virus ARN capaz de codificar proteínas para su estructura, tanto de envoltorio como de núcleo. En su envoltorio tiene hemaglutininas (H), cuya función es unirse a las células huésped, proteínas de matriz (M), de fusión 1 (F1) y de fusión 2 (F2). Estas tres últimas están implicadas en la penetración en la célula huésped.
Entre las proteínas que protegen al genoma están la grande (L) y la polimerasa (P), que son funcionales y forman parte del complejo polimerasa. La proteína de la nucleocápside (N) es estructural y protege al ARN.
Otras especies susceptibles al moquillo canino son el coyote, dingo, lobo, zorro, mustélidos (hurón, marta, visón), prociónidos como el mapache, osos, herpéstidos (mangosta, suricata), y grandes felinos como el león, jaguar, ocelote y guepardo. También puede haber infecciones por morbilivirus en humanos (sarampión, rubeola), equinos, bovinos, porcinos, delfines y focas.
El virus del moquillo canino es muy lábil fuera del animal. Es susceptible a la luz ultravioleta, al calor y a la sequedad. Se elimina bien con soluciones con éter, cloroformo, fenol o amonio cuaternario. En climas fríos puede resistir semanas a temperaturas de entre 0 ºC y 4 ºC.
Epidemiología
La enfermedad se contagia a través de aerosoles; los perros afectados lo eliminan a partir de secreciones del aparato respiratorio, digestivo y también en la orina. Esto ocurre a partir de los 7 días posinfección. Entre el 25 y el 75% de los perros susceptibles presentan enfermedad subclínica, y eliminan el virus sin mostrar signos de enfermedad.
La inmunidad que desarrollan muchos perros puede prolongarse 2-3 años, pero los perros no revacunados pueden perder dicha inmunidad y ser infectados en periodos de estrés o inmunosupresión. Los cachorros de entre 3 y 6 meses de edad son los que están más predispuestos a la infección, ya que esta edad coincide con el descenso de la inmunidad maternal. Tanto a nivel sistémico como neurológico, los perros pueden ser susceptibles a cualquier edad.
Se describe menor prevalencia en perros braquicefálicos que en dolicocefálicos. La infección por el virus del moquillo canino se da con mayor facilidad en perreras y en perros que mantienen contacto con animales salvajes.
Es un virus extendido globalmente, y se producen casos en toda América, Europa, norte y sureste de Asia, África y Australia. Algunas de las cepas más neurotróficas son la Snyder Hill (polioencefalomielitis), la A75/17 y la R252 (desmielinización).
Patogénesis
El virus del moquillo canino infecta los epitelios de múltiples tejidos del organismo. Después de entrar en el huésped por vía de aerosol, se replica en los macrófagos y monocitos de las tonsilas, el epitelio del aparato respiratorio y los ganglios regionales, alcanzando el pico de replicación de partículas víricas en 2-4 días. A partir de entonces empieza la viremia, y el virus alcanza el sistema digestivo (estómago, intestino delgado), hígado, médula ósea, bazo y otros tejidos linfoides. En este momento habrá fiebre y linfopenia. Varios días después ocurrirá una segunda viremia, con la llegada de virus a las células epiteliales de los ojos, la piel y el sistema nervioso central. A partir de entonces empieza a eliminarse a través de los epitelios respiratorio, gastrointestinal y urinario.
La presentación de signos de enfermedad depende, principalmente, de la respuesta humoral del animal infectado. Si falla en su respuesta inmunitaria va a desarrollar enfermedad multisistémica con persistencia del virus en los tejidos y probable muerte del animal. Si el huésped monta una respuesta humoral inadecuada, pero al menos existente en bajos niveles, mostrará enfermedad leve o inaparente. Estos animales pueden eliminar virus hasta los 60-90 días posinfección. Si monta una respuesta de anticuerpos adecuada no manifestará signos de enfermedad.
La presencia de virus en el sistema nervioso central ocurrirá en fases tardías de la enfermedad (14-20 días posinfección) en aquellos animales sin respuesta inmunitaria o respuesta muy baja. La prevalencia del virus en el sistema nervioso de animales con buena respuesta humoral es baja.
Inmunidad del sistema nervioso y moquillo canino
El virus del moquillo canino causa inmunosupresión marcada debido a la infección en linfocitos T y B, siendo los T los más afectados. La linfopenia se debe principalmente al descenso de los linfocitos CD4+. La entrada del virus al sistema nervioso central (SNC) puede ocurrir a través de plaquetas o células mononucleares, o bien las partículas víricas pueden acceder libres a los espacios perivasculares de meninges y a los plexos coroideos del IV ventrículo y del epitelio ependimario. Hasta hace pocos años se postulaba la teoría del privilegio inmunitario cerebral, que consiste en una menor reactividad inmunitaria del cerebro que permitía evitar mayor lesión.
Ahora se sabe que el SNC tiene capacidad de activar su sistema de defensa aunque expresa menor cantidad de moléculas del CMH (complejo mayor de histocompatibilidad) de clase II. Durante la infección por moquillo la microglía activada expresa más genes del CMH, sobre todo en la forma desmielinizante. Este tipo tiene lugar de forma aguda/subaguda y ocurre durante el periodo de mayor inmunosupresión. Se ha detectado material genético vírico en los oligodendrocitos, células productoras de mielina en el SNC. El virus del moquillo provoca disfunción metabólica y morfológica en dichas células dando así lugar a una menor producción de mielina y, finalmente, desmielinización sin inflamación.
La enfermedad crónica se caracteriza por una respuesta inmunitaria celular y humoral causando manguitos perivasculares de varias capas de grosor con linfocitos, células plasmáticas y macrófagos. En esta reacción inmunomediada los oligodendrocitos sufren el daño de forma indirecta.
La persistencia de virus en el SNC puede ser debida a diversas razones. El virus se replica de forma incompleta para no ser detectado por el sistema inmunitario. Los linfocitos, responsables de la inmunovigilancia, no pasan de los espacios perivasculares.
Figura 1. Resonancia magnética. Corte transversal ponderado en T2 en el tálamo. Se aprecia una señal hiperintensa en hemisferio cerebral izquierdo que afecta tanto a la sustancia blanca como a la gris. Si bien es una imagen compatible con encefalitis, no es específica de moquillo, ya que tiene un diagnóstico diferencial muy amplio. |
Diagnóstico del moquillo neurológicoEl diagnóstico de la infección por el virus del moquillo canino neurológico puede llegar a ser complejo, como el de la mayoría de las enfermedades infecciosas del sistema nervioso. Existen, principalmente, dos inconvenientes: los signos neurológicos nunca son específicos de enfermedad sino de una localización neuroanatómica. En segundo lugar, debe demostrarse que estos signos son debidos al moquillo. Por tanto, las pruebas diagnósticas deben evidenciar la presencia del virus en el SNC.
En la hematología puede verse linfopenia durante las primeras fases de la infección (viremia) y se ha visto en el 57% de los casos descritos. También se ha descrito trombocitopenia en algunos casos. La bioquímica de los animales con moquillo suele ser normal.
La inmunofluorescencia directa para antígeno de moquillo en raspados conjuntivales es una técnica muy usada y suele ser positiva en la mayoría de casos. También se ha descrito para sedimento de orina y de lavado traqueal.
La resonancia magnética (RM) y analítica del líquido cefalorraquídeo (LCR) reflejan el estado del SNC pero dan resultados muy variables y poco específicos (figura 1). La técnica con mayor especificidad es la RT-PCR y puede aplicarse en LCR, orina, tonsilas, sangre entera o muestras conjuntivales. Actualmente existen diversas técnicas de PCR; una de ellas es la CODEHOP (consensus and degenerate hybrid oligonucleotide primer) la cual no se limita al estudio de un solo patógeno sino que lo hace de forma más genérica y detecta la presencia de bacterias o virus de forma muy sensible. Es una técnica poco específica, pero ya se ha usado para detectar paramixovirus en casos de moquillo (PCR pan-virales).
Otro método de diagnóstico para el moquillo es la inmunohistoquímica (IHQ) para detectar antígeno vírico que también tiene gran especificidad. Se ha descrito en piel, mucosa nasal y cojinetes plantares. También se puede usar con tejido nervioso en muestras de necropsia. La IHQ ha demostrado una especificidad para moquillo entre el 88 y el 96%.
Signos neurológicos en perros con moquillo
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Neuropatología del moquillo canino
Pueden aparecer cambios tanto en la sustancia blanca (leucoencefalomielitis o LEM) como en la sustancia gris (polioencefalomielitis o PEM). Las dos formas de inflamación pueden verse juntas en el mismo perro pero, normalmente, tiene lugar la afectación de la sustancia gris primero, que ocurre 1 semana posinfección con inflamación no supurativa. Estos animales suelen morir en 2-3 semanas presentando síndromes convulsivos. Si el animal tiene una buena respuesta inmune o la enfermedad neurológica progresa, entonces se observa la afectación de la sustancia blanca, que ocurre aproximadamente 3 semanas posinfección. La LEM es la forma más frecuente de moquillo neurológico y es siempre posterior a la PEM subclínica. La PEM consiste en inflamación en forma de manguitos perivasculares formados por células mononucleares, degeneración neuronal y gliosis. En ocasiones, pueden observarse inclusiones intracitoplasmáticas en astrocitos. También puede verse hipertrofia de los vasos sanguíneos. Es muy característica de esta forma la necrosis laminar cortical. La PEM se da en corteza cerebral, núcleos basales, tronco encefálico y médula espinal. La LEM tiene predilección por los pedúnculos cerebelosos, tractos ópticos, fórnix hipocampal y sustancia blanca medular. En esta forma se observa desmielinización sin inflamación (figura 2). A las 4-5 semanas posinfección puede observarse encefalomielitis necrotizante no supurativa que sigue a la desminelinización de la fase anterior.
Figura 2. Desmielinización y espongiosis en la sustancia blanca cerebelar en un perro con moquillo (H/E x15). Cortesía Martí Pumarola (Servei Diagnòstic de Patología Veteriànria, UAB). |
No existe tratamiento específico para el moquillo canino neurológico. Consiste principalmente en dar soporte mediante un buen manejo hospitalario. Los antibióticos están indicados para tratar infecciones bacterianas secundarias (B. bronchiseptica) asociadas a animales inmunodeprimidos y, sobre todo, si presentan signos sistémicos.
Si el animal presenta convulsiones debe utilizarse fenobarbital entre 2-5 mg/kg/12 h. por vía intravenosa, intramuscular u oral. Si se presenta en status epilepticus se utiliza el protocolo establecido para este tipo de urgencia. La dexametasona a dosis única (2,2 mg/kg i.v) ha mostrado cierto éxito, aunque transitorio, en el tratamiento del edema cerebral. También se han descrito corticoesteroides en el tratamiento de la neuritis óptica con resultados muy variables. Se ha visto que la ribavirina puede inhibir la replicación in vitro del virus.
La inmunidad después de la infección natural o de la vacunación puede persistir, al menos, durante 3 años. El 97% de la inmunidad de la madre frente al virus del moquillo canino se traspasa mediante calostro y puede durar hasta 8 semanas. Los cachorros que no han recibido calostro tienen inmunidad hasta la primera-cuarta semana de vida.
Actualmente se utilizan vacunas vivas modificadas para la inmunización, ya que proporcionan una protección mucho más duradera que las vacunas de antígeno inactivado. Estas últimas se usan en animales salvajes o exóticos. La desventaja de las vacunas vivas inactivadas es la posibilidad de inducir encefalitis posvacunal en cachorros entre los 3-20 días de la vacunación. Suelen ser animales inmunosuprimidos y presentan convulsiones generalizadas, movimientos repetitivos de la mandíbula con sialorrea, para/tetraparesia, signos vestibulares o medulares.
Se ha descrito la utilización de la vacuna del sarampión para conseguir protección contra el moquillo, ya que son dos virus muy parecidos antigénicamente. En comparación con las vacunas específicas de moquillo, la del sarampión parece que no produce una tasa de anticuerpos tan elevada. Otro inconveniente es que con ésta estamos introduciendo en la sociedad un posible patógeno humano.
Existen diversos motivos por los que un animal vacunado de moquillo puede manifestar igualmente signos de infección: mal manejo en el transporte y refrigeración de las vacunas, cirugías, tratamiento con glucocorticoides e infección con parvovirus concomitante.
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